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SEXUALIDAD EN CONFLICTO
Esther Morales – Psicóloga Clínica
Como que para muchos el tema sexual se reduce al buen o mal funcionamiento genital, las disfunciones sexuales masculinas y femeninas, en nuestra cultura ocupan un lugar predominante, como causantes de los conflictos de pareja a nivel sexual. Sin embargo en nuestro actuar sexual, involucramos lo que somos como personas, nuestro temperamento, carácter, personalidad, valores, costumbres, así como también nuestra salud tanto física como mental.
Una persona equilibrada y sana que se vincula amorosamente con otra en su misma condición, debería por lógica generar una relación afectiva y sexual gratificante, plena y feliz. ¿Por qué esto no siempre se mantiene en el tiempo?. Por diversos y complejos motivos, que son parte de la realidad de cada uno y también propios de la pareja, que siempre tiene dos protagonistas.
Las características del ciclo vital de cada uno, tiene condiciones propias y se ve afectada por cambios, que inevitablemente afectan al otro y a la relación. En general, el bienestar, los logros y éxitos personales vitalizan a una pareja , así como las enfermedades, problemas de la familia de origen, dificultades laborales, cesantía, fracasos económicos, la debilitan y la complican. Como en la vivencia sexual se necesitan dos personas, cualquier situación negativa grave o prolongada en el tiempo, que afecte a un miembro de la pareja va a afectar la calidad del encuentro sexual, lo cual muchas veces es interpretado por el otro como falta de deseo, pasión o lo que es peor, falta de amor.
Enfermedades como lumbagos, problemas de columna, obesidad, infecciones ginecológicas o urinarias, infartos, fatiga crónica, trastornos de personalidad, stress, jaquecas, depresiones, neurosis de angustia, fobias, alcoholismo, adicción a drogas, inevitablemente dañan la sexualidad de una pareja, tanto en la frecuencia como en la calidad.
La sexualidad es un barómetro confiable que hay que observar con criterio y madurez para evitar empeorar las cosas en forma torpe y egoísta, dañando al otro al encerrarse en silencio e incomunicación, usando culpas, reproches o buscando aventuras y vivencias de infidelidad que pueden resultar placenteras, pero de alto riesgo a la larga.
El escape, la negación, culpar al otro, son caminos que conducen a enfermar la relación, tanto en el plano afectivo como sexual. Conversar francamente, escuchar a la pareja con respeto, buscar soluciones en conjunto, pedir ayuda terapeútica a un médico si el problema es físico o a un consejero familiar, psicólogo o psiquiatra si el problema es de tipo psicológico o relacional, puede ser de gran ayuda . Creer que los trastornos se solucionan por arte de magia o con el sólo devenir del tiempo, hace que algunos se decidan a consultar cuando la relación tiene tal deterioro, que ya está para la UTI y uno como terapeuta lamentablemente, sólo puede contribuir a que se separen en buena forma.
La estabilidad y la profundidad del amor se ponen a prueba en los momentos difíciles y no en los felices, por ello lo esperable es que el otro apoye al que está viviendo los problemas y juntos busquen y encuentren soluciones; el resultado será sin duda que ambos habrán crecido como personas, al igual que su amor y sexualidad.