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CRIAR A LOS HIJOS – UNA MARAVILLOSA TAREA
Esther Morales – Psicóloga Clínica y Educacional
www.esthermorales.cl
La crianza de nuestros hijos es una tarea maravillosa y altamente relevante, que nos pone a prueba como personas y que determinará sin lugar a dudas, el tipo de ser humano que será nuestro hijo(a) en el futuro. En el transcurso del tiempo, nosotros también maduramos y crecemos y además podemos entender que cualquier esfuerzo por ser mejores padres, beneficiará a estos pequeños seres que la vida nos ha entregado.
Múltiples sensaciones, emociones y sentimientos nuevos acompañan el proceso de crianza. Debemos activar simples y complejos patrones de conducta, que nadie nos ha enseñado y enfrentamos con agrado y placer, pero también con temor e inseguridad, nuestros primeros pasos en esta tarea vital. Es importante saber que tanto el padre como la madre, deben enfrentar asociados, esta mutua responsabilidad.
Los padres son vistos sólo como proveedores y a menudo mantenidos al margen de la crianza, con el argumento de que carecen del instinto maternal, que es considerado una cualidad innata de las madres, a las que se supone más sensitivas frente a las necesidades de los bebés. Sin embargo, los especialistas aseguran que los padres y las madres, tienen una capacidad similar de mantener una interacción afectiva con sus hijos. Los niños también son sensibles hacia sus padres y necesitan del buen estado anímico de ambos, para su correcto desarrollo emocional.
En el transcurso de sus vidas, los niños que cuentan con un papá activamente involucrado en su crianza, suelen desempeñarse mejor en varios aspectos del desarrollo infantil, poseen mayores habilidades para resolver problemas y desempeñarse mejor en situaciones frustrantes; tienen mejores habilidades sociales y un mejor entendimiento de los sentimientos de otras personas. La participación activa del papá contribuye al sentido del humor del niño, a su capacidad de prestar atención y al entusiasmo con el cual explora y aprende.
Los hijos necesitan entonces, el contacto de ambos padres y es necesario que el tiempo sea con cantidad y calidad; al comienzo además de mudar y alimentar, ambos padres pueden sonreír y hablar al bebé en un tono suave, acariciarlo y tomarlo en brazos, cantarle, sacarlo de paseo y cuando crece, se debe conversar, leer cuentos, compartir con él, hacerlo sentir importante, escucharlo, permitir que cuente sus cosas, dialogar sobre los pequeños sucesos de la cotidianidad que le alegra o preocupa. El tiempo dedicado a ver televisión o a los juegos electrónicos, debe ser regulado estrictamente, por su efecto electromagnético sobreestimulante en el SNC y por la abundancia de contenidos violentos. Jugar, pasear al aire libre y visitar en familia entornos con naturaleza, es muy saludable.
Puesto que los niños son autoreferentes y fantasiosos, es importante participarles de nuestros estados de ánimo en forma simple como «estoy un poco triste», «me duele la cabeza», así como también deben estar informados de situaciones relevantes que afecten a su familia, como separaciones, cambios de casa o de colegio, enfermedad o fallecimiento de algún familiar, etc. La información entregada en forma oportuna, clara y de acuerdo a la capacidad de comprensión del niño, genera confianza y seguridad y evita que éste se culpe innecesariamente.
Hasta los dos años de edad los padres deben cubrir las necesidades básicas del niño, como la lactancia, los primeros pasos, la estimulación, el desarrollo psicomotor y afectivo, con el fin de que el pequeño se sienta querido, aceptado, valorado y seguro. En esta etapa también está el desarrollo del lenguaje, aparece el vocabulario, se enseñan nuevas palabras o se corrigen otras. Está la capacidad de desplazarse, lo que hace que el niño tenga muestras de autonomía importantes, que desde esa edad hay que empezar a regular por seguridad.
Entre los tres y cuatro años de edad, lo central en el desarrollo psicológico del niño, son la autonomía y la independencia, que refuerzan en ellos las conductas negativistas, oposicionistas y de obstinación. Es característico que a esta edad los niños sean porfiados, que digan no porque no, de esa forma están reforzando el desarrollo de su identidad y prueban cuáles son los límites.
Existen tres estilos predominantes de crianza, uno es el autoritario, otro el permisivo y un tercero el democrático. Está claro que el punto de equilibrio que otorga este último estilo es el mejor y se caracteriza por normas claras, horarios que se respetan, castigos del tipo retirar algo que al niño le agrada, proporcional al tipo de falta y nunca con maltrato físico o psicológico. Exprese el cariño que siente por sus hijos en forma verbal y física, pero evite la sobreprotección, porque les genera una sensación de dependencia y minusvalía, que afecta su nivel de autoestima. Ejerza una autoridad serena y firme, no deje a sus hijos a la deriva en un contexto permisivo, pero tampoco los atemorice y subyugue en uno autoritario.
Los comportamientos paternos basados en el cariño que promueven la adaptación social en los niños, incluyen la interacción afectuosa y amistosa; la consideración de sus sentimientos, deseos y necesidades; un interés en sus actividades cotidianas; un respeto por sus puntos de vista; la expresión del orgullo paterno en términos de sus logros; y el apoyo y el aliento cuando se enfrenta con épocas de presión o fracaso en su vida.
Debido a que los niños se identifican más frecuentemente con los modelos paternos cariñosos, tienden a incorporar la consideración y la justicia en las relaciones interpersonales, a su propio estilo de vida. Se cree, además, que estos niños resistirán más los valores de compañeros, que sean claramente diferentes a los de su familia.
El poco tiempo que los padres pasan con sus hijos por motivos laborales, hace que se sientan culpables y los críen en forma permisiva, evitando poner límites a sus caprichos, demandas de juguetes, dulces, etc. y transformando a sus hijos en seres egoístas, manipuladores y consumistas. Una forma frecuente en que estos niños exigen a sus padres es mediante pataletas en la calle, malls, supermercados, etc. La pataleta se considera una muestra clave de baja tolerancia a la frustración, donde el niño se siente invadido emocionalmente, encontrando en ésta, el medio para conseguir lo que quiere. Si los padres acceden a sus demandas, recibiendo como premio el objeto deseado, el comportamiento se ve reforzado. Si la pataleta ocurre en la casa, se recomienda ignorar la conducta o llevarlo a su pieza y cuando el niño se calme, conversar con él acerca de la situación.
Recuerde que Ud. es un importante modelo para su hijo(a), quien aprende de lo que Ud. hace y NO de lo que dice o predica, sea consistente, discipline con serenidad y firmeza, si se siente desorientado o sobrepasado, busque libros especializados sobre crianza, asesórese con un psicólogo infantil, evite que los comportamientos desadaptativos de su hijo(a) se transformen en hábitos, siempre es posible un cambio positivo y cuánto antes actúe, mejor.